Siempre hay un primer artículo en el que se une el miedo, los nervios y la esperanza; miedo al fracaso; nervios a lo por venir, y esperanza en el triunfo. Y por encima de todos ellos está ese faro que nunca nos falla que es el amor de nuestras madres.

Por ello, el primer artículo de este blog se lo tenía que dedicar a mi madre. La figura materna está presente a lo largo de todas mis novelas, como está presente a lo largo de nuestras vidas, por ser la única que nos acompaña desde que nacemos hasta el momento de nuestra muerte, sin jamás abandonarnos.

Cuando presenté mi libro «Azahares de Granada» en la cárcel Modelo de Barcelona, todos los presos coincidían en recordar la figura de sus madres, como pilar que los sostenía y reconfortaba. Por ello en esa novela, cuando una de las protagonistas es encerrada en una celda, su primer recuerdo es hacia su madre, y así dice:

La sangre tiñe el suelo de rojo. Con resignado desaliento se deja caer sobre las frías losas cubiertas por la oscuridad de la muerte. De cuclillas, sus grandes ojos azules siguen llorando de forma desconsolada, mientras su tierna boca de niña pronuncia su más bello anhelo: – ¡ madre … !

Me despido de este mi primer blog, con la dedicatoria de mi tercer libro » LA CIUDAD DE LAS TRES CATEDRALES » a mi madre, y a todas las madres:

«A mi madre, por su cariño, ternura y sacrificio. Por las noches de insomnio y desvelo, en las que engendró amor y alumbró vida.»

Gracias por leerme.